La ciudad de Nueva York es la meca de la creatividad. Desde la danza y el arte hasta la música y la moda, pasando por todas las disciplinas intermedias, no hay escasez de creatividad en la “ciudad que nunca duerme”. Como persona creativa por naturaleza, siempre estoy a la búsqueda de las cosas más diversas que hacer y explorar en el vasto mundo de opciones que Nueva York ofrece. Mientras “navegaba” por Instagram, descubrí un estudio de artes y artesanías neoyorquino, sumamente diferente, llamado Unarthodox y ubicado en el distrito de Chelsea, al oeste de la ciudad. Lo que me llamó la atención fue su post, en el que se veía a una mujer con los ojos vendados que esculpía una cabeza en arcilla. Sí: ¡con los ojos vendados! Me dije a mí misma: “¡Qué buena idea para ponerse en contacto con el lado creativo de uno! Unarthodox (un juego de palabras de los términos en inglés “arte” y “no ortodoxo”) es una idea original de Álvaro Montagna.
Nacido en Montevideo, Uruguay, Álvaro siempre sintió pasión por el arte y la fotografía. Junto con su pareja, María Kordova, abrieron en West Chelsea este espacio, elegante pero simple, para que todos puedan disfrutarlo. Contacté a María y Álvaro a fin de inscribirme en un curso de “Escultura a ciegas”. Al no saber con qué me podía topar, me presenté sin ninguna expectativa. Llegué a un estudio bellamente iluminado a las 7:30 de un lunes por la noche, me ofrecieron una copa de vino y me presentaron a mis nuevos compañeros de creatividad.
Manteniendo la clase pequeña a fin de disfrutar de una experiencia superlativa, Álvaro hizo una breve presentación sobre lo que íbamos a hacer. Mientras estábamos sentados uno frente al otro, con una larga mesa de por medio donde se ubicaban bustos cubiertos de arcilla, nos pidieron que cerráramos los ojos y nos permitiéramos palpar cuidadosamente nuestros rostros y sentir sus hendiduras, sus protuberancias, la estructura que da forma a nuestras cabezas y nuestras caras. Poco después, nos vendaron los ojos y fue entonces cuando nuestros sentidos comenzaron a hacer su trabajo. Durante aproximadamente hora y media (con pequeñas pausas intercaladas para degustar una copa de vino) esculpimos y dimos forma a lo que creíamos que era un rostro.
Con tan sólo un receso de cinco segundos a mitad de la tarea para poder darle un vistazo a lo que estábamos haciendo, fuimos creando nuestras obras de arte y, de pronto, casi sin darnos cuenta, ¡terminamos! Ni una sola cara se nos parecía. Todos quedamos sorprendidos al apreciar nuestros talentos ocultos. Pese a que sólo uno de nosotros había esculpido antes (aunque nunca con los ojos vendados), lo cierto es que logramos crear algunas piezas de arte bien elaboradas. Fue increíble ver cómo los otros sentidos llegan a tomar el control cuando uno de ellos, en este caso la vista, falta.
A pesar de que estuve un poco confusa durante la sesión (¿cuánto tiempo puede uno estar privado de la visión sin sentirse nervioso?), debo admitir que fue una experiencia terapéutica que me hizo abrir los ojos.
Ésta es una gran actividad para programar un aniversario, un cumpleaños, incluso para momentos de auto-reflexión. Y, ahora, ¡no veo el momento de volver a vivir otra experiencia tan “unarthodox” como ésta para ponerme en contacto con mi parte interior creativa!
Si quieres conectarte con tu artista interior y vivir una experiencia realmente distinta, no dejes de visitar Unarthodox o de visitar su página web oficial. ■